Prepararse para una auditoría: consejos clave para no entrar en pánico

Prepararse para una auditoría: consejos clave para no entrar en pánico 1024 682 BF Auditores

Cada vez que se menciona la palabra auditoría, muchas empresas (sobre todo las pequeñas y medianas) sienten que se les viene una tormenta de solicitudes: documentos, consultas por correos, preguntas incómodas y revisiones interminables que lo único que buscan son generarles problemas a los contadores y/o administradores de la entidad.

La realidad es que la auditoría no tiene por qué ser una experiencia traumática si se prepara con dedicación, tiempo y organización.

La idea de este artículo es contarles cómo prepararse (o preparar a tu cliente) para una auditoría contable y atravesar el proceso con orden sin que se genere un estrés innecesario.

 

¿Qué es una auditoría contable y por qué se hace?

 

La auditoría contable es una revisión profesional, independiente y sistemática de los Estados Financieros de una empresa. Su objetivo es emitir una opinión sobre si los Estados Financieros presentan razonablemente la situación financiera, los resultados y los flujos de efectivo de una entidad, conforme a las Normas Contables Adecuadas en el Uruguay.

Existen distintas situaciones en las que una empresa se ve obligada legal o reglamentariamente a presentar sus Estados Financieros auditados por un profesional independiente, los motivos pueden ser variados, ya sea por el tipo societario, el tamaño, la actividad que desarrolla o por exigencias de terceros (bancos, inversionistas, licitaciones públicas, entre otros).

Por otro lado, una empresa también puede optar por auditar sus Estados Financieros de forma voluntaria, ya sea para mejorar su transparencia y credibilidad a terceros, o porque le interesa detectar errores y/o debilidades internas, o por cualquier otro motivo “x” quiera hacerlo.

 

Los obstáculos más comunes antes de una auditoría contable

 

La auditoría externa es una instancia clave para validar la razonabilidad de los Estados Financieros de una empresa. Sin embargo, muchas organizaciones cometen errores recurrentes que pueden dificultar el trabajo del auditor, generar observaciones en el informe final o incluso poner en duda la calidad de la información presentada.

Estos obstáculos, muchas veces evitables, suelen derivarse a la falta de planificación, desorganización administrativa o desconocimiento del proceso de auditoría.

Uno de los más habituales es no realizar conciliaciones periódicas entre los saldos contables y los saldos reales, ya sea de cuentas bancarias, cuentas por cobrar a clientes o cuenta a pagar a los proveedores, de los impuestos con los saldos disponibles en DGI, de los saldos con socios, accionistas o partes relacionadas. Esto puede generar diferencias difíciles de explicar por su antigüedad, que pongan en duda la fiabilidad de los registros. En la mayoría de los casos las empresas no tienen nada que “ocultar”, pero por ineficiencias se pueden generar dudas sobre la fiabilidad y materialidad de la información.

Muchos auditores se encuentran que a la hora de examinar la documentación que respalda o justifica ciertas operaciones contables, las empresas no cuentan con la misma. Puede que haya saltos en la correlatividad de las órdenes de compra o de pago ni en los recibos (con la obligatoriedad de facturación electrónica CFE la ocurrencia de este error se reduce), que los contratos no se encuentren disponibles al momento de la auditoría porque el original está donde el abogado, el escribano u otro asesor, las actas societarias están sin registrar en los libros sociales o sin firmar, etc.

Es común encontrar empresas que no apliquen políticas contables de forma uniforme en el tiempo, por ejemplo, en la valuación de inventarios, que un año apliquen un criterio FIFO y al año siguiente utilicen el criterio del precio de la última compra, o que la amortización de las Propiedades, Planta y Equipos en un ejercicio se considere lineal y en el otro se considere por unidades de producción, o se comience al año de incorporación en lugar de al mes siguiente, o que se siga amortizado un bien cuando ya ha alcanzado toda su vida útil, entre otras inconsistencias.

Otro error común es que los registros de mercaderías en stock no estén actualizados, por falta de conteos físicos periódicos. Al momento de realizar el recuento físico se observan diferencias en cantidades (faltantes o confusión de códigos similares) o existencias obsoletas, deterioradas o con el packing afectado las cuales no podrán ser comercializadas o utilizadas de acuerdo a lo previsto.

 

CONCLUSIÓN

 

La preparación adecuada para una auditoría no solo evita observaciones, sino que refleja el nivel de organización y transparencia de una empresa. Corregir estos errores comunes no requiere grandes inversiones, pero sí compromiso, planificación y una cultura de orden documental y consistencia contable.

En definitiva, la auditoría no debe ser vista como una carga, sino como una oportunidad para revisar, ordenar y mejorar los procesos internos de la empresa. Finalizado el trabajo, es fundamental tomar nota de los errores o debilidades detectadas y trabajar activamente en su corrección, de modo que la próxima auditoría sea más fluida, eficiente y sin observaciones repetidas (como suele suceder en muchas organizaciones).

Cabe mencionar que cuanto más capacitada este la empresa (equipo contable y administrativo) para evacuar dudas del auditor y administrar la información solicitada por el mismo, la auditoría será más breve, fluirá mejor y mejorarán los resultados.

Aprovechar cada auditoría como una oportunidad para aprender ayuda no solo a mejorar la calidad de la información contable, sino también a fortalecer la organización y fomentar una forma de trabajo más clara y ordenada.